Pierre Veyron nació en Francia en 1903 y desde joven mostró una mente inquieta, tan precisa como intrépida. Aunque comenzó su formación como ingeniero, su verdadera pasión emergió al adentrarse en el automovilismo, un mundo que cobró un nuevo sentido al cruzar su camino con Ettore Bugatti.
Si bien destacaba al volante, lo que realmente impresionó al fundador de la marca de Molsheim fue su agudeza técnica. Veyron no era solo un piloto: se convirtió en un ingeniero de desarrollo, piloto de pruebas y figura clave en la familia Bugatti. Representaba, en esencia, el alma misma de la marca.
Los inicios de Pierre Veyron
A finales de los años 20, inició su carrera deportiva, participando en competencias de montaña y pruebas de resistencia en territorio francés. Su gran consagración llegó en 1930, cuando ganó en la categoría de 1500 cc del Gran Premio de Ginebra.
En 1932, Ettore Bugatti lo incorporó como probador oficial y piloto ocasional, marcando el inicio de una colaboración que definiría una década de avances para la firma francesa.
Gracias a su comprensión profunda del funcionamiento de los autos —cultivada tanto en las curvas de los circuitos como en las entrañas del taller—, Veyron se transformó en el nexo esencial entre la competencia y la ingeniería.
Su trabajo en Molsheim, junto a los técnicos de Bugatti, aportaba observaciones cruciales que contribuían a mejorar el rendimiento y a trazar la evolución de los modelos de carrera de la marca.
Sus triunfos en las competencias
Durante los años treinta, participó en los principales desafíos del automovilismo europeo, al mando de los Bugatti Type 51 y, posteriormente, del Type 57. Entre sus actuaciones más memorables se encuentran su victoria de clase en el Avusrennen de Berlín en 1933 y su desempeño destacado en el Gran Premio de la ACF en Montlhéry en 1936.
Sin embargo, su momento más emblemático ocurrió en 1939, en las 24 Horas de Le Mans. Junto a Jean-Pierre Wimille, al mando del Bugatti Type 57C Tank, ofrecieron una actuación ejemplar. Aquella victoria no solo fue cuestión de velocidad, sino de constancia, estrategia y fiabilidad técnica.
También marcó el cierre de una era, pues sería la última edición antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la guerra, Veyron se alejó gradualmente del automovilismo profesional, aunque siempre mantuvo su vínculo con Bugatti. Se dedicó a la ingeniería y a su familia, pero su influencia continuó presente en el ADN deportivo de la marca.
El nacimiento de una leyenda
Décadas después, al idear un nuevo hiperdeportivo capaz de redefinir la industria, Ferdinand Piëch, entonces jefe absoluto de Volkswagen AG y su equipo se enfrentaron a una decisión clave: ¿qué nombre podría transmitir el peso histórico y el espíritu visionario del proyecto?
La respuesta no era otra que Veyron. Así nació el Bugatti Veyron 16.4, presentado en los primeros años del nuevo milenio. Un automóvil revolucionario, con más de 1,000 caballos, motor W16 con cuatro turbos y una velocidad superior a los 400 km/h.
Pierre Veyron fue más que un corredor: fue una mente brillante, un colaborador esencial y el guardián de un sueño que aún sigue vivo.
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Periodista, escritor y apasionado de los coches. Con una pluma tan veloz como un Ferrari y un apetito insaciable por la comida italiana, captura la esencia de la velocidad y el sabor en cada historia.